Yvonne Anders
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PRALINE #mag

8 Isla. En conversación con Leopoldo Estol del colectivo El Flasherito

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Fig.: El colectivo El Flasherito

La entrevista se realizó en el jardín de nuestro amigo Andreas Spur, en un edificio viejo de departamentos, en el barrio de Anger Crotendorf, en el Este de Leipzig. Un jardín que tiene gran tendedero donde secar la ropa, un espacio donde hacer fuego, una huerta, una compostera y que ha sido testigo en los últimos meses de la construcción de dos nuevos edificios.
La comisaria Olga Vostretsova os invitó como colectivo a Leipzig en 2020. A Olga le gustaron mucho vuestros eventos durante su estancia en Buenos Aires, como las presentaciones públicas de vuestra revista "El Flasherito diario" en un jardín y una redacción abierta con reuniones y debates en la Fundación PROA. Es evidente que vuestro colectivo quiere abrirse a un público alternativo en Buenos Aires. En vuestro proyecto periodístico "El Flasherito diario" habláis de arte contemporáneo y presentáis obras de artistas que no están tan presentes en las instituciones. Y eso es lo que queréis transmitir a un público que no necesariamente se mueve en el mundo del arte contemporáneo, ¿no?


Leo: Cuando Olga nos conoció, estábamos haciendo una redacción abierta en "PROA", un espacio institucional de Buenos Aires en un edificio con jardín y salas para exposiciones. El proyecto de publicación existía desde hacía un tiempo, pero antes solíamos reunirnos en nuestra casa o en determinados lugares para discutir los textos. De repente pudimos abrirnos a un nuevo formato en el cual nuestro espacio de reunión era la exposición. Creo que es muy importante para la práctica periodística pensar colectivamente sobre cómo y sobre qué temas escribir extensamente. Tuvimos muchas reuniones y actividades abiertas en el jardín de PROA. La mayoría versaban sobre cómo el arte puede crear otras dinámicas en espacios sociales complejos.
Además, analizamos el papel de los medios de comunicación en el siglo XXI, donde el papel se usa cada vez menos y la gente depende cada vez más de sus teléfonos móviles.

La función del periódico es básicamente pensar lo que ocurre en la ciudad, porque ahí está nuestra casa y la mayor parte de las muestras que vemos. Imprimimos el primer número en una tirada de 500 ejemplares y lo vendimos a amigos y colegas, gente cercana. Asimismo vendimos el número en la feria de arte que es un evento ecléctico y que concentra muchas voluntades en un espacio reducido. Excitante y agotador, en igual medida, tener que convencer a 500 personas de que lo que escribimos es valioso. Un ejercicio argumentativo y performático muy exigente.

A veces tengo la sensación de que el arte puede estancarse dentro de un diálogo entre personas afines, que es algo endogámico. Por momentos, el diario funciona como un órgano interno para los artistas. Para mí era muy importante ampliar el público, a veces más, a veces menos. Así que hacíamos acciones, por ejemplo una mesa de debate y tocaba una banda. La parte performativa era más a nivel de que el periódico llegara a otras personas. Por ejemplo, vendimos el periódico con el estilo de canillitas. Se trata de un personaje, un estereotipo muy conocido en Buenos Aires que ya no existe, un niño que ofrece en voz alta los periódicos a la venta. La gente le compraba por su carisma o porque le caía simpático que alguien tan joven estuviese trabajando.


Fig.: El Flasherito diario

Se necesita mucho espacio en el metro o en el autobús para abrir el periódico y leerlo.


Sí, es divertido crear situaciones con los periódicos. Al principio, los periódicos eran muy grandes. Creo que eso nos inspiró porque el papel es algo muy antiguo, con una materialidad muy sencilla y noble. Puede pasar de mano en mano, también se puede escribir en él. Los dibujos de las revistas también marcan una época desde el punto de vista estético. Creo que en el pasado las revistas ocupaban un lugar importante en el imaginario. Qué emocionante era comprar revistas de deportes, suplementos culturales o incluso revistas de dinosaurios en el kiosco... A mí me gustaba mucho comprar revistas de dinosaurios.

La idea era hacer un proyecto con vosotros en Leipzig, con visitas y lecturas públicas y también una presentación de fanzines de Buenos Aires y Leipzig en el espacio de arte "Praline", que funcionaba como kiosco. Al final, no pudimos hacerlo así debido a la pandemia, pero en su lugar organizamos diferentes recorridos temáticos y hablamos mucho sobre la ciudad y el espacio público. ¿Qué opinas del espacio público de Leipzig desde tu perspectiva? ¿Cómo se mueve en el espacio público en Buenos Aires?


Es interesante que me preguntes eso ahora, porque hoy he ido a nadar a Leipzig. No hay un solo camino para llegar al lago, hay muchos caminos, y todos son hermosos. Y eso me hace pensar, sobre todo cuando paseo por espacios verdes muy grandes, pienso en cómo han protegido esos espacios. En Buenos Aires, hay una lógica más agresiva con los espacios públicos. En general, hay muy poco espacio. Hay una gran necesidad de espacios verdes, pero parece que no hay mucha conciencia de esto a la hora de votar.

Mirando a mi alrededor en Leipzig, me pregunto si el diseño urbano tiene que ver con el hecho de que esta ciudad fue socialista hasta 1989. Por eso, en los años 90 y en 2000, hubo una reflexión muy fuerte sobre la ciudad y, desde luego, una función creativa para muchos espacios que cambiaron su forma. Pienso en las minas de carbón que se convirtieron en lagos.

A Buenos Aires le pasa algo parecido con espacios vinculados a los trenes: estaciones, playas de  maniobras, galpones y depósitos, muchos de estos dejaron de usarse a partir de los años 90, cuando el presidente Menem privatizó las compañías ferroviarias. Entonces los desarrolladores inmobiliarios y también los vecinos empezaron a fijarse en estos espacios.

Hay grupos en Buenos Aires que quieren concientizar sobre el río o que intentan defender este tipo de espacios en la ciudad. Ir al río, por ejemplo, no es fácil, a menudo el río no está en las inmediaciones. Los parques tienen una vida intensa, se usan mucho hasta cierta hora dado que luego cierran. Esto tiene que ver con una política de derecha, del PRO, el partido que gobierna la ciudad desde hace 15 años. Quieren mantener los parques cuidados pero no les interesan las cuestiones relacionadas con los derechos sociales. Es un partido que quiere hacer verde, pero nunca deja que sea como es, le interesa el marketing de la buena vida pero al final está financiado por especuladores inmobiliarios, está a merced de sus agendas.

Esto se da a la par de una gran dificultad para alquilar. Hay escasez de viviendas, y se da el fenómeno particular de muchos inmigrantes que construyen sus propias casas en parcelas informales que algunos llaman villas o asentamientos ilegales. Estos barrios precarios que tienen una dinámica super diferente, crecen de golpe y se estabilizan. Son espacios marginales de la ciudad porque las otras personas les tienen miedo. Muchas veces ligados a lugares que las compañías de tren dejaron sin uso. De repente se toma un terreno y entonces la gente empieza a construir casas nuevas, al principio de madera con techo de chapa, después con cemento y ladrillos. Es una larga lucha, porque al principio las casas son muy precarias, pero poco a poco consiguen agua y electricidad.

Así que las condiciones son muy distintas y también lo son las respuestas a la pregunta de si tiene sentido luchar por una plaza o un espacio para utilizarlo como espacio abierto, espacio no comercial o espacio verde, cuando por otro lado hay escasez de viviendas y la gente que vive en la calle quiere construir sus viviendas allí.


Sí, en ese sentido es completamente distinto. La diferencia entre las clases sociales es más extrema. En Europa hay una clase media más fuerte y consolidada, más amplia. En América Latina, las tres clases y sus diferencias son más pronunciadas. Hay una reflexión previa al hecho de ocupar o usar un edificio para llevar a cabo un proyecto artístico en Buenos Aires, porque sabemos que puede ir en contra de personas que no tienen vivienda, por ejemplo. Si querés llevar a cabo un proyecto artístico con recursos económicos, hay caminos, complicados pero existen para conseguir que el Estado te dé los fondos para el proyecto. Pero, al mismo tiempo, hay una paradoja, el Estado no es lo bastante eficaz para contener todas estas situaciones de vulnerabilidad que afectan principalmente a los sectores populares, a los inmigrantes y a otras personas marginalizadas.


Fig.: Presentación de "La suma de las páginas" en Leipzig

Cuando estuvisteis en Leipzig, hicimos dos presentaciones de nuestro fanzine "La suma de las páginas", una en el parque “Lene Voigt” y otra en las escaleras de la "Schaubühne Lindenfels". También volviste a repetir este formato de presentación en un parque de Buenos Aires.

Sí, en un parque del barrio de Agronomía. El parque no tiene nombre, pero la gente lo llama "la isla" porque es una zona que estuvo aislada, zona de pocas casas, algún supermercado y fábricas. Durante mucho tiempo fue de difícil acceso por el paso de trenes. Hoy el lugar ya no es tan isla, pero la zona conserva su atractivo, por ejemplo el parque no tiene un diseño de gestión urbana. Es un lugar donde se reúne mucha gente para jugar a la pelota, hacer fiestas y poner música, tomar algo. Hay gente en situación de calle que vive sobre una de las calles, van las murgas a tocar. Tiene un encanto propio.

¿Cómo era la dinámica? ¿A quién invitasteis y vinieron espontáneamente otras personas del parque?


Invitamos a la gente con la que hicimos la publicación y luego a algunos amigos afines a la cultura alemana. También vinieron otros seres como pájaros y perros vagabundos. La tertulia fue parecida a lo que hicimos en Leipzig en el parque lineal: tuvimos que cuidar un poco las bebidas, como sabíamos que se iba a hacer tarde también nos compramos salchichas e hicimos un fuego. Fue hermoso.

¿La presentación en este parque es algo que hacés de vez en cuando como formato artístico, o es también una solución para crear un espacio de arte en Buenos Aires?


Sí, para mí es una buena alternativa. Siento que, como decías al principio, facilita que alguien de fuera del círculo pueda acceder a lugares que pueden ser habitados intensamente porque leemos, comemos, bailamos y nos abrimos a un otro que no sabemos bien quién es. El espacio público es lo abierto por definición.

El espacio público siempre me ha parecido importante, creo que también por la historia de la pérdida del río, porque Buenos Aires es una ciudad fluvial, pero no se percibe así.
Hay movimientos que quieren defender la ribera, y también hay movimientos artísticos que quieren usar y defender estos espacios públicos para la recreación, para tener naturaleza en la ciudad. Hay un grupo que hace viajes a Puerto Piojo, un suburbio de Buenos Aires que solía ser un lugar de baño, un lugar de veraneo colectivo. Es un lugar donde no está intervenido el paisaje donde la costa conserva su fisonomía original a diferencia del resto donde se amontonaron enormes montañas de escombros y basura con el misterioso objetivo de “ganarle tierra al río”. Son los escombros de la demolición de casas, los escombros resultantes de hacer autopistas, para el gobierno es fácil tirar los escombros en la orilla y luego tener más tierras para administrar.

Como ciudadano, nunca sabes dónde está realmente el río. Es un fenómeno que viene ocurriendo desde mi infancia. El colectivo artístico que hace los viajes a Puerto Piojo ha empezado a invitar a la gente a dar un paseo hasta esta playa escondida detrás de un polo petroquímico, en medio de sus chimeneas y tanques.

Estos lugares no son del todo privados pero tampoco del todo públicos, una zona indefinida. Hace falta que alguien te lleve, te muestre que está ahí. Cuando fui, fue en medio de una multitud de gente y fue muy emocionante reencontrarse con la ribera. Este grupo llamado el “Colectivo Ribereño" está creando un archivo geográfico vivo. La gente se bañaba allí hasta los años 60, y ahora estamos volviendo. No a bañarnos pero volver y estar ahí, compartir ese horizonte, esa orilla es un montón.


Fig.: "La suma de las páginas"

Pepo Scioli, que también es miembro de vuestro colectivo, escribió un texto sobre un parque y su transformación para nuestro fanzine "La Suma de Páginas". Un lugar donde los jóvenes se divertían ilegalmente en pandemia con música electrónica, se volvían locos juntos, consumían drogas, etc. Poco a poco la situación cambió, otras personas entraron a vender bebidas y comida, el texto describe, en mi opinión, un proceso de aburguesamiento de este parque. Al final, la policía prohibió las fiestas.


Estás hablando de Parke Las Turras, en los días de la pandemia, estos chiques encontraron un rincón de la ciudad donde de pronto podían hacer fiestas y encontrarse. Encontraron algo raro, un lugar sin normas, donde por un rato nadie te dice que podés hacer y que no. Después de un tiempo la ciudad vuelve a imponer sus reglas y las cosas o se vuelven más comerciales o la energía inicial se desacelera. En este caso, la vida de esta fiesta se apagó un poco a la sombra de la pandemia.

Aquí siempre tenemos el debate de que si los artistas se instalan en edificios abandonados y crean espacios artísticos en los vacíos, significa que este barrio estará completamente aburguesado en cinco años. Y a menudo tenemos el debate de si eso es culpa de los artistas, lo cual no es mi opinión.


La gentrificación es una realidad del capitalismo. Es donde van los excedentes de plata, la mayoría de la gente con pasta invierte en el campo o en casas, en hacer edificios. Cuando estuvimos en "La Boca", un barrio que históricamente ha sido obrero, pensamos mucho este tema. Y en aquella edición, nos auto denominamos “pasquín gentrificador”. Creo que esta dinámica continúa en todas las ciudades, especialmente en las capitales o centros donde hay universidades o donde ha surgido una escena artística interesante. Y así como crece el apetito de la gente de ir ahí a ver qué pasa se hace más difícil encontrar espacio.
Podría haber un consenso en la comunidad del arte sobre cómo hacer uso de la ciudad, muchas muestras tratan sobre esto. Después en la práctica es casi imposible que las personas artistas se pongan de acuerdo porque somos muy particulares y entonces llegar a acuerdos generales exige mucho tiempo y voluntad…

¿Dónde viven y trabajan los artistas en Buenos Aires?


Muchas galerías están en "La Boca" y "Villa Crespo". En Argentina hay muchos proyectos que tienen un enfoque comercial, es decir, crear obras para vender a una galería y si tenes mucha suerte podés vivir de ello.
Pero también hay espacios no tradicionales como "La Pulpería", "El Vómito" o el "Puticlub". Estos espacios son muy interesantes porque son espacios de arte, pero no se ocupan necesariamente en lo material, sino en la dinámica de la gente, en lo que sale de cada cita. Además, sólo abren de vez en cuando. En estos espacios se centra el movimiento artístico que se desarrolla en conjunto. Uno de nuestros últimos números de "El Flasherito diario" se presentó en “La Pulpería". Son espacios en los que siempre pasan muchas cosas: una fiesta nudista, micrófono abierto, gente que quiere leer algo, música, gente que se junta en la vereda, hablando, etc....

Gracias Leopoldo, cuando vaya a Buenos Aires con Olga, vamos juntas al "Vómito", a la "Pulpería" ¡y buscamos la orilla del río!


Abb.: El Flasherito diario, Nr. 11, 2015

Ciclo de entrevistas de Ex_Praline y
Verlag Trottoir Noir, 2023
Yvonne Anders en conversación con Leopoldo Estol,
Editores; Yvonne Anders y Marcel Raabe